viernes, 28 de mayo de 2010

44. Nunca más solo


El silencio ronda en los patios sin dejar papeles escritos, aquello que después llamaremos obra. El silencio lee cartas sentado en un balcón. Pájaros como ronquera, como mujer de voz grave. Ya no pido toda la soledad del amor ni la paz del amor ni los espejos. El silencio esplende en los pasillos vacíos, en las radios que ya nadie escucha. El silencio es el amor así como tu voz ronca es un pájaro. Y no existe obra que justifique la lentitud de movimientos y los obstáculos. Escribí «una muchacha desconocida», vi una radio junto a la ventana y una muchacha sentada en una silla y un tren. La muchacha estaba atada y el tren en movimiento. Repliegue de alas. Todo es repliegue de alas y silencio, así en la muchacha gorda que no se atreve a meterse en la piscina como en el jorobadito. La mano de ella apagó la radio... «He visto algunos matrimonios felices, el silencio construye una especie de victoria para dos, vidrios empañados y nombres escritos con el dedo»... «Tal vez fechas y no nombres»... «En el invierno»... Escena de policías que irrumpen en un edificio gris, ruido de balas, radios encendidas a todo volumen. Fundido en negro. La ternura de puta vieja y su capa de silencio plateado. Y ya no pido toda la soledad del mundo sino tiempo. Ellos disparan. Frases como «he perdido hasta el humor», «tantas noches solo», etc., me devuelven el sentido del repliegue. No hay nada escrito. El extranjero, inmóvil, supone que eso es la muerte. El jorobadito tiembla en la piscina vacía. He encontrado un puente en el bosque. Relámpago de ojos azules y pelo rubio... «Hasta dentro de un tiempo, nunca más solo».

No hay comentarios.: