jueves, 3 de noviembre de 2011

Apuntes sobre Ágape se paga

I. William Gaddis, novelista estadounidense, nació en Nueva York en 1922 y ahí murió en 1998, con 76 años. En España se puede conseguir la única traducción de Gaddis a nuestra lengua que circula hoy en día, las demás están descatalogadas, pero ¿cuáles son?
William Gaddis pensando en algo difícil.

Obras:-The recognitions, 1955 (Los Reconocimientos. Madrid: Alfaguara, 1987).-J R, 1975-Carpenter’s Gothic, 1985-A frolic of his own, 1994-Agapē Agape, (póstuma, 2002) (Ágape se paga. Madrid: Editorial Sexto Piso, 2008. Póstuma).-The rush for second place (póstuma, 2002)

Lo personal es lo político es lo psicopatológico

La pasada primavera, el aula sin ventilación y hedionda a vitamina B de la asignatura psicopolítica de Thode, "El depredador sin dientes: la alimentación mamaria como atropello sexual", había sido una de las experiencias más desorientadorramente fascinantes -aparte del sillón de dentista- de la vida intelectual de Ted Schacht, mientras que el tema de este otoño, los dilemas patológicos irresolubles, estaba resultando no tan atractivo, pero extraña y casi intuitivamente fácil:
    Por ejemplo, de la clase de hoy:

Lo personal es lo político es lo psicopatológico: Las políticas 
de los dilemas psicopatológicos contemporáneos
Examen de mitad de curso
Srta. THODE
7 de noviembre, año de RIAD

RESPUESTAS BREVES Y EN GÉNERO NEUTRO
TEMA1
(1a) Usted es un individuo patológicamente cleptómano. Como tal, usted está patológicamente compelido a robar, robar, robar. Usted debe robar.
(1b) Pero usted también es un individuo patológicamente agorafóbico. Como tal, usted no puede dar un paso fuera de la puerta de entrada de su casa sin que le den palpitaciones, tremendos sudores y sentimientos de ruina inmediata. Como agorafóbico, usted está patológicamente obligado a quedarse en su casa y no salir. Usted no puede salir de su casa.
(1c) Pero, por (1a), usted está patológicamente compelido a robar, robar robar. Pero, por (1b), usted está patológicamente obligado a permanecer en su casa. Usted vive solo, lo cual significa que en casa no tiene a nadie a quien robar. Lo que significa que usted debe salir al mercado a satisfacer su abrumadora compulsión a robar, robar, robar. Pero su miedo al mercado es tal que usted no puede abandonar su casa bajo ninguna circunstancia. Ya sea que su problema es una auténtica psicopatología personal o una mera marginación debida a la definición política de "psicopatología", de cualquier manera, se trata de un dilema.
(1d) Dada esta información, responda a la pregunta de qué debe hacer.


La broma infinita, David Foster-Wallace. Pp. 351-352.

sábado, 29 de octubre de 2011

Libertad de Franzen

Otro más. Soy otro más de los que ha leído a Franzen, pero escasos lectores, no se preocupen, porque no diré La gran novela Americana. I promise.

Franzen llegó a mis oídos gracias a Fresán, quien decía que Franzen no era tanto como decían, aunque nunca antes había escuchado hablar -ni bien ni mal- de él. Luego, pasó a caerme mal por un ensayo que publicó sobre William Gaddis, a quien no puedo evitar amar después de Ágape se paga (y de quien por cierto espero que Sexto Piso traduzca, finalmente y como viene prometiendo, toda su obra al castellano; un problema aparte es la muerte de su traductor al español, Miguel Martínez-Lage) ya que criticaba el volumen de sus obras y su dificultad. Mr. Difficult llamaba Franzen a William Gaddis. Esto sirve para ubicar un poco a Franzen: su línea literaria se distancia de las poéticas posmodernas marcadas por la fragmentación, la innovación en las estructuras, los juegos metaliterarios, el desconcierto, la erudición, la entropía, el humor negro y la locura (por poner algunas características que podrían compartir, digamos, Foster-Wallace, Pynchon y Gaddis). La forma de narrar de Franzen se conecta más con los grandes de la novela del XIX en el sentido que sitúa el epicentro literario en los personajes y la historia. Podríamos decir, para entendernos, aunque sea una afirmación que se podría demostrar fácilmente errónea aunque funcional, que Franzen se centra más en el fondo que en la forma. Con esto quiero decir que se acerca más a Tolstoi, a Balzac que a Joyce o a Sterne. Pero en cualquier caso no se puede acusar a Franzen de ser literariamente pobre, aunque sí más tradicional o conservador. Franzen trae de nuevo el placer de leer una gran historia: en este caso la de la familia Berglund y sus avatares. El desarrollo de los personajes, la profundidad que adquiere cada uno de ellos, la ternura y la crueldad de las diversas historias que forman una gran historia cerrada es envolvente, es tentadora, y es más interesante aun cuando todas las historias personales que estructuran la novela muestran claramente una opinión respecto al espíritu americano, la significación de la libertad para una sociedad en ciertos aspectos tan diferente a nosotros, cómo esa libertad tan reclamada es tan peligrosa tanto para ellos como para los demás.

Poco más tengo que decir que no se haya dicho ya el las innúmeras reseñas y críticas que se están publicando en todos los medios, salvo que es la novela que, en mucho tiempo, más me ha atrapado, más me ha mantenido en vela, y menos me ha defraudado. Franzen ha sido perdonado.

jueves, 13 de octubre de 2011

La conquista de América

Fragmento de La conquista de América, el problema del otro, de Tzvetan Todorov:


Y ahora un relato de Las Casas, que [...] refiere un hecho del que no sólo fue testigo, sino participante: la matanza de Caonao, en Cuba, perpetrada por la tropa de Narváez, a la que está adscrito en calidad de capellán. El episodio empieza con una circunstancia fortuita: "El día que los españoles llegaron al pueblo, en la mañana paráronse a almorzar en un arroyo seco, aunque algunos charquillos tenía el agua, el cual estaba lleno de piedras amoladeras, y antojóseles a todos afilar en ellas sus espadas" (III, 29).
Al llegar a la aldea después del almuerzo campestre, a los españoles se les ocurre una nueva idea: comprobar su las espadas están tan afiladas como parece. "Súbitamente sacó un español su espada, en quien se creyó que le revistió el diablo, y luego todos cuento sus espadas, y comienzan a desbarrigar y acuchillar y matar de aquellas ovejas y corderos, hombres y mujeres, niños y viejos, que estaban sentados, descuidados, mirando las yeguas y los españoles, pasmados, y dentro de dos credos no queda hombre vivo de todos cuantos allí estaban. Entran en la gran casa, que junto estaba, porque a la puerta della esto pasaba, y comienzan lo mismo a matar a cuchilladas y estocadas cuantos allí hallaron, que iba el arroyo de la sangre como si hobieran muerto muchas vacas".
Las Casas no encuentra ninguna explicación para estos hechos, a no ser el deseo de comprobar que las espadas estaban bien afiladas. "Ver las heridas que muchos tenían de los muertos, y otros que aíun no habían expirado, fue una cosa de grima y espanto, que como el diablo, que los guiaba, les deparó aquellas piedras de amolar, en que afilaron las espadas aquel día de mañana en el arroyo donde almorzaron, dondequiera que daban el golpe, en aquellos cuerpos desnudos, en cueros y delicados, abrían por medio todo el hombre de una cuchillada." (pp. 150-151)

viernes, 30 de septiembre de 2011

1. Agenciamiento

Algunos apuntes sobre Deleuze y Guattari

Agenciamiento:


Se trata de un concepto creado a partir de una palabra que logra su mayor significación en el francés, y no en su traducción literal al castellano. Proviene del verbo latino ago, agis, agere, que significa hacer (ejemplos: agente, agenda). Por tanto, está ligado a una pragmática.
De hecho, más que de entes en un agenciamiento, Deleuze hablará de agentes.
Puede definirse como la relación de co-funcionamiento entre elementos heterogéneos, que comparten un territorio ( “ ..todo agenciamiento es en primer lugar territorial”) y tienen un devenir.
El devenir es no paralelo, ni signado por la identificación.
Estos elementos que comparten una territorialidad inicial, dado el devenir, procederán por desterritorialización hacia otros agenciamientos o estratos.
Los elementos tiene relaciones entre sí, según líneas de encuentro de cada ente.
Estas líneas de encuentro, pueden verse como relaciones sociales.
Es decir, un modo de pensar el agenciamiento es desde las relaciones sociales de los elementos ( por ejemplo, personas en un grupo o una pareja) que se encuentran.
En algún sentido, se conecta este concepto con el de vínculo.
*
El agenciamiento es como el contrapunto del concepto de estructura en psicoanálisis, en antropología o lingüística estructural. Pues la estructura relaciona elementos homogéneos solidarios entre sí.
También funciona como el contrapunto al concepto de identidad, dado que pensar relaciones sociales como agenciamientos, es pensar el devenir.
( “No somos seres, sino modos de ser..” en la lectura deleuziana de Spinoza).
*
Deleuze describe en Diálogos al Agenciamiento como la “unidad real mínima” de análisis. Y profundiza con crítica, que la unidad de análisis no es la palabra, ni el significante, ni la idea...ni siquiera el concepto: obviamente se refiere a Freud, Lacan ..y.. Platón.
Expresa que un agenciamiento hace funcionar a elementos heterogéneos entre sí. Ahora bien, cada elemento, o cada ente, más que una entidad fija, es una multiplicidad, real o potencial.
Por tanto, un Agenciamiento  relacionará términos que en sí, son cada uno multiplicidades. Y a su vez, cada cual tendrá su devenir, que ocurre por la circulación de afectos en el Agenciamiento.
*
El devenir, es una de las posibilidades más fructíferas del agenciamiento.
Y de la multiplicidad de que se parte al momento del encuentro entre términos heterogéneos, habrá un efecto de multiplicación.
En el cual intervienen las líneas de desterritorialización del Agenciamiento.
Si bien el Agenciamiento  parte de ser territorial, la riqueza del mismo estriba en la desterritorialización en que deviene.

Deleuze describe dos vertientes del Agenciamiento: la colectiva de enunciación (producción de enunciados) y la maquínica de deseo (producción de deseo).
Cada ente del agenciamiento, digamos, una persona, es un agente de enunciación de lo colectivo, por lo cual es atravesado. De allí que cuando estudiamos una grupalidad o una configuración vincular desde el concepto de agenciamiento, no importa quien habla, en tanto sujeto de la conciencia, pero tampoco del inconsciente.( “El sujeto de enunciación no existe”, Diálogos).
En cuanto a la producción deseante en el agenciamiento (el concepto de deseo como producción, que maneja Deleuze), Deleuze-Guattari han aludido durante buen tiempo de sus escritos, a la noción de “máquina”, que incluso Guattari la ha opuesto al concepto de estructura.
La máquina deseante ocurriría en la línea de encuentro entre elementos de un agenciamiento. De allí que el deseo no tenga sujeto ( “no es personológico”) ni tienda hacia un objeto (“ ..no es objetal”). Sino que se produzca como un incorporal entre dos cuerpos, o entes, o agentes. El deseo como una producción que ocurre entre, y no en alguien.
La máquina deseante se ubicaría en el entre, la línea de encuentro de al menos dos términos de una relación social.
“ no se puede captar o concebir un deseo, al margen de un determinado agenciamiento”
“Hay que describir el agenciamiento en el que tal o cual deseo se hace posible..”
“Solo hay políticas de agenciamientos; incluso en el niño: en este sentido, todo es político” Deleuze, Dialogos.

*
Aplicación Clínica:
Uno de los modos de analizar la biografía de un paciente, es estudiar los agenciamientos ( las relaciones sociales, por ejemplo) en que está. Donde deviene y circulan los afectos, donde está capturado y se atascan aquellos.
Y situar el síntoma y el padecimiento dentro de los agenciamientos.




Aquí la fuente

martes, 9 de agosto de 2011

Empezar a leer



Cuando tenía dieciséis años, en el instituto, estaba, digamos, enamorado de una muchacha y habíamos salido juntos, y ella me preguntó si estaba leyendo algún libro y yo en realidad leía más bien historietas en ese momento, pero había visto un libro de Camus, La peste, una novela de Camus, en una vidriera de una librería y entonces le dije "Sí estoy leyendo La peste de Camus" y ella me dijo "¿Me puedes prestar el libro?". "Sí, claro", le dije yo y entonces compré el libro, lo leí en una noche, lo arrugué un poco para que pareciera usado y se lo presté al día siguiente. Y ese fue el libro que inició para mí una serie interminable de lecturas literarias y, por lo tanto, la relación entre la lectura y el amor me parece que podría ser una recomendación para todos los jóvenes que quieren empezar a leer.



Ricardo Piglia


viernes, 15 de julio de 2011

In memoriam, Roberto Bolaño (28/04/1953-15/07/2003).

 
 -Me llamo Benno von Archimboldi.
El viejo entonces lo miró a los ojos y le dijo que no se pasara de listo, que cuál era su nombre verdadero.
   -Mi nombre es Benno von Archimboldi, señor -dijo Reiter-, y si usted cree que estoy bromeando lo mejor será que me vaya.
   Durante unos instantes ambos permanecieron en silencio. Los ojos del viejo eran de color marrón oscuro, aunque bajo  la débil luz de su estudio semejaban ser de color negro. Los ojos de Archimboldi eran azules y al viejo le parecieron los ojos de un joven poeta, unos ojos cansados, maltratados, enrojecidos, pero jóvenes y, en cierto sentido, puros, aunque el viejo hacía mucho que había dejado de creer en la pureza.
   -Este país -le dijo a Reiter, que aquella tarde se convirtió, tal vez, en Archimboldi- ha intentado arrojar al abismo a varios países en nombre de la pureza y de la voluntad. Para mí, como usted comprenderá, la pureza y la voluntad son puro mariconeo. Gracias a la pureza y a la voluntad nos hemos convertido todos, entiéndalo bien, todos, todos, en un país de cobardes y de matones, que al fin y al cabo, son lo mismo. Ahora lloramos y nos afligimos y decimos ¡no lo sabíamos!, ¡lo ignorábamos!, ¡fueron los nazis!, ¡nosotros hubiéramos actuado de otra manera! Sabemos gemir. Sabemos provocar lástima y pena. No nos importa que se burlen de nosotros, mientras nos compadezcan y nos perdonen. Ya habrá tiempo para que inauguremos un largo puente de amnesia. ¿Comprende usted lo que quiero decir?
   -Lo comprendo -dijo Archimboldi.
   -Yo fui escritor -dijo el viejo.

   -Pero lo dejé. Esta máquina de escribir me la regaló mi padre. Un padre cariñoso y culto que llegó a vivir hasta los noventaitrés años de edad. Un hombre básicamente bueno. Un hombre que creía, de más está decirlo, en el progreso. Pobre mi padre. Creía en el progreso y por supuesto creía en la bondad intrínseca del ser humano. Yo también creo en la bondad intrínseca del ser humano, pero eso no significa nada. Un asesino, en el fondo, es bueno. Los alemanes eso lo sabemos bien. ¿Y qué? Puedo pasar una noche bebiendo con un asesino y tal vez, al contemplar ambos la aurora, nos pongamos a cantar o a tararear una pieza de Beethoven. ¿Y qué? Puede el asesino llorar en mi hombro. Normal. Ser asesino no es fácil. Eso lo sabemos bien usted y yo. No es nada fácil. Exige pureza y voluntad, voluntad y pureza. La pureza del cristal y una voluntad de hierro. E incluso puedo yo ponerme a llorar en el hombro del asesino y susurrarle palabras dulces como "hermano", "camarada", "compañero de infortunios". En ese momento el asesino es bueno, puesto que es intrínsecamente bueno, y yo soy un idiota, puesto que soy intrínsecamente un idiota, y ambos somos sentimentales, puesto que nuestra cultura tiende irrefrenablemente a la sentimentalidad. Pero cuando la obra se acaba y yo estoy solo, el asesino abrirá la ventana de mi cuarto y entrará con sus pasitos de enfermero y me degollará hasta que no quede ni una gota de mi sangre.

Fragmento de "La parte de Archimboldi", en 2666. Roberto Bolaño.

jueves, 14 de julio de 2011

Muchacha ojos de papel


Luis Alberto Spinetta


Muchacha ojos de papel


Muchacha ojos de papel, ¿a dónde vas?
Quédate hasta el alba.
Muchacha pequeños pies, no corras más.
Quédate hasta el alba.
Sueña un sueño despacito, entre mi manos,
hasta que por la ventana suba el sol.
Muchacha piel de rayón, no corras más,
tu tiempo es hoy...
Y no hables más, muchacha, corazón de tiza,
cuando todo duerma te robaré un color. (bis)

Muchacha voz de gorrión, ¿a dónde vas?
Quédate hasta el día.
Muchacha pechos de miel, no corras más.
Quédate hasta el día.
Duerme un poco y yo, entre tanto, construiré
un castillo con tu vientre
hasta que el sol, muchacha, te haga reír,
hasta llorar, hasta llorar.

Y no hables más, muchacha corazón de tiza,
cuando todo duerma te robaré un color. (bis).

domingo, 19 de junio de 2011

Marginados de vocación.

Saldemos pronto la deuda: sin Vila-Matas no conocería a Robert Walser ni, probablemente, habría leído Jakob von Gunten.

Dicho esto, algunas ideas sobre la novela:

1. Es una novela sobre la marginalidad. Es más, en cierto sentido es una oda a la marginalidad. Lo que se propone Jakob es no ser nadie.
2. Vila-Matas es, en este aspecto, un seguidor de esta línea marginal.
3. Walser podría ser perfectamente el puente entre Bartleby el escribiente y Kafka, aunque sus personajes no sean tan "extremos" como Bartleby o K.



Jakob von Gunten se escapa de la casa familiar y se interna en el instituto para jóvenes Benjamenta. Allí, la formación que se da sirve escasamente. Solo les enseñan a servir y a ser educados. Son formados para ser nadie, para convertirse en meros figurantes de los salones de la gente que los pueda contratar. Pero Jakob, en cierto sentido, es una excepción. Es un personaje singular dentro del instituto Benjamenta, pero aún así mantiene su vocación marginal, aunque siempre es una presencia incómoda. Recuerda a los ayudantes de K. en el castillo, aquellos que siempre cumplían con las órdenes pero que eran extremadamente incómodos, tipos extraños con unas intenciones nunca claras, como unos perfectos sirvientes con una sonrisa incómoda que genera desconfianza. Pero eso es lo interesante de la novela, es incómoda. Es difícil de catalogar y sus personajes son siempre incómodos. No son arquetipos ni epígonos de nada, son personajes de una voluntad extraña, de destinos aun más extraños y de un fin poco claro.

Por un lado, Jakob no es Bartleby, alguien quien "prefiere no hacerlo", sino alguien que, siendo hijo de una familia notable, prefiere ser nadie, un perfecto subalterno, un personaje gris que nunca llame la atención y cuyo principal logro sea que le den las gracias. Por eso es por lo que se interna en el instituto Benjamenta, perfecto para esto, donde no se enseña a los muchachos a convertirse en gente de éxito sino que se les forma como súbditos. Pero, en contraposición a Kraus, el estudiante perfecto, carente de genio en el sentido romántico de la palabra, el perfecto servidor, Jakob es capaz de arrojar chispas de insolencia que generan distintas reacciones, muchas de ellas inesperadas. Es un personaje que, aparentemente, quiere vivir a la sombra como subordinado pero como un subordinado insolente, con inteligencia y encanto, pero también huidizo.

Así, también podemos leer Jakob von Gunten como un negativo de Rojo y negro.
Empecemos por el exterior: Rojo y negro es una novela extensa por donde circula una gran cantidad de personajes, mientras que en JvG a penas tenemos unos cinco personajes. El estilo de RyN es grandilocuente, dentro del campo de la novela realista pero aun con muchos ecos del romanticismo, mientras que el tono predominante en JvG es el del humor y la ironía. En RyN tenemos un protagonista de clase baja que fantasea con medrar -y que lo logra-, que tiene un gran modelo como Napoleón; un arribista en toda regla, capaz de hacer lo que sea para subir los escalones de la sociedad, pero Jakob von Gunten no es ningún Julien Sorel. Más bien es un anti-Sorel, ya que Jakob pertenece a una familia importante pero, sin embargo, opta por ser nadie:

Nunca olvido que soy un vástago ilustre que empieza desde abajo, desde muy abajo, pero no posee las cualidades necesarias para encumbrarse. O tal vez sí. Todo es posible, aunque descreo de esas horas vanas en las que me ilusiono con una felicidad unida al esplendor del prestigio. Carezco de todas las virtudes del arribista social. Cierto es que a veces soy un descarado, mas solo por capricho. El arribista, en cambio, es  de una desvergüenza permanente que se finge modesta, o bien adopta gestos de una descarada -insistentemente descarada- vocación de insignificancia. También pueden ser nerviosos, descontentos, amargados y estar <>, pero el hastío jamás penetra muy a fondo en el verdadero arribista. Los arribistas son señores, y yo, vástago de un ilustre linaje -o lo que sea-, serviré a uno de esos señores, a uno quizá algo presumido, y lo serviré honesta y fielmente, como un criado de confianza, firme, sin ningún tipo de ideas y con absoluto desinterés por mi provecho personal, pues solo así, de forma irreprochable, podré servir a alguien. [...] Con sentimientos como los que yo tengo frente al mundo nadie obtendrá jamás algo grande, a menos que se burle del brillo de la grandeza y llame grande a lo que es totalmente gris, silencioso, duro y bajo. Sí, serviré, aceptaré siempre más y más obligaciones cuyo cumplimiento nada tenga de brillante, sí, cada vez  más, y como un reverendo idiota, me pondré rojo de feilicidad cuando, a la ligera, alguien me diga <>.

Esta es la tradición literaria en la que se inserta Vila-Matas, cuyas novelas están plagadas de personajes insignificantes sin deseo alguno de trascender, como el jorobadito de Bartleby, seres periféricos que solo buscan vivir allí, fuera de los grandes medios, de las grandes novelas, de la grandilocuencia haciendo una defensa de los márgenes, de los locos, de los solitarios.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Digging

He aquí mi traducción del poema "Digging", de Seamus Heaney, perteneciente a su primer libro Death of a naturalist.


Cavando

Entre mi dedo y mi pulgar
el grueso bolígrafo descansa, sujeto como un arma.

Bajo mi ventana, un limpio y áspero sonido
cuando se hunde la pala en el suelo de grava:
Mi padre cavando. Miro hacia abajo

hasta que sus tensas piernas se doblan
entre el parterre; veinte años vuelven
encorvándose rítmicamente entre los surcos de patatas
donde estaba cavando.

La bota gruesa se acurrucaba en la agarradera, el mango
hacia el interior de la rodilla era firmemente levantado.
Él desarraigaba los altos tallos, profundamente enterraba las brillantes aristas
para esparcir nuevas patatas que cogíamos,
amando su fresca dureza en nuestras manos.

Por Dios que el viejo podía manejar una pala.
Como su viejo.

Mi abuelo cortaba más turba en un día
que cualquier otro hombre en el pantano de Toner.
Una vez le llevé una botella de leche.
La tapé descuidadamente con papel. Se enderezó
para beberla y luego cayó
hendiendo y rebanando cuidadosamente, levantando la turba
sobre su hombro, buscando más y más abajo
la buena turba. Cavando.

El frío olor del moho de la patata, el chapoteo y el golpe
de la mojada turba, los bruscos cortes de la arista
a través de vivas raíces despiertan en mi mente.
Pero no tengo una pala para seguir a hombres como aquellos.

Entre mi dedo y mi pulgar
el grueso bolígrafo descansa.
Cavaré con él.

jueves, 24 de marzo de 2011

La culpa es de Bernhard


"Me sumí en Verlaine y Trakl, y leí Los Demonios de Dostoievsky, no había leído antes en mi vida un libro de aquella insaciabilidad y radicalismo ni, en general, un libro tan grueso, y me aturdí, durante algún tiempo me disolví en aquellos demonios.Cuando volví otra vez, no quise leer otra cosa en algún tiempo, porque estaba seguro de caer en una inmensa decepción, en un espantoso abismo. Rehusé durante semanas toda lectura. La monstruosidades los Demonios me había dado fuerzas, mostrado un camino, dicho que estaba en el verdadero camino, hacia afuera. Había sido afectado por una obra literaria salvaje y grande, para salir de ella yo mismo como héroe. No ha sido frecuente en mi vida ulterior que la literatura tuviera un efecto tan monstruoso. Intenté, en hojitas que me había comprado en el pueblo, conservar por escritodeterminadas fechas que me parecían importantes, puntos decisivos de mi existencia, temía que lo que ahora era tan preciso pudiera hacerse borroso y perderse de pronto, que de pronto no estuviera ya allí,no tener ya fuerzas para salvar los acontecimientos, monstruosidades, ridiculeces, etcétera, decisivos de las tinieblas del olvido, intenté salvar en aquellas hojas lo que había que salvar, sin excepción todo lo que me parecía digno de ser salvado, aquí tenía mi forma de actuar, mi propia infamia, mi propia brutalidad, mi propio gusto, que no tenían nada en común con la forma de actuar y con la infamia y brutalidad y con el gusto de los otros. ¿Qué es importante? ¿Qué es significativo? Creía que tenía que salvarlo todo del olvido, sacándolo de mi cerebro y llevándolo a las hojas, que en definitiva fueron cientos de hojas, porque no tenía confianza en mi cerebro, había perdido la confianza en mi cerebro,había perdido la confianza en todo, y por consiguiente también la confianza en mi cerebro. Mi pudor para escribir poemas era mayor de lo que había pensado, de forma que prescindí de escribir un solo poema. Intenté leer los libros de mi abuelo, pero fracasé, entretanto había vivido demasiado, había visto demasiado, y los aparté. Tenía en los Demonios lo que me correspondía. Busqué en la biblioteca del establecimiento otros monstruos, pero no había otros. Resulta superfluo enumerar los nombres de aquellos cuyos libros abrí y volví a cerrar en seguida, porque tenían que repelerme con su mezquindad y su indignidad. La literatura, salvo los Demonios, no me decía nada, pero, pensé, seguro que hay otros Demonios. Esos, sin embargo, no debía buscarlos en la biblioteca del establecimiento, que estaba repleta de mal gusto y estupidez, de catolicismo y nacionalsocialismo. Sin embargo, ¿cómo podía encontrar otros Demonios? No tenía otra posibilidad que dejar Grafenhof tan pronto como fuera posible y, en libertad, buscar mis Demonios. Ahora tenía otro nuevo estímulo para salir."

El frío, Thomas Bernhard.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Obsesiones recurrentes

A pocos extrañará que hable de Bolaño. Hoy concluí Los sinsabores del verdadero policía y tengo varias cosas que decir al respecto:

1) No es una novela. Por más que así traten de venderla, no lo es. Es un conjunto de textos más o menos relacionados, compilados en un mismo libro. Por más que la hayan encontrado toda junta, en una carpeta (más bien en varias, mecanografiadas y escritas a mano) afirmar que esto es una novela es arriesgado, aun más teniendo en cuenta el carácter inconcluso del libro. Leyéndolo notamos que, en primer lugar, el autor habría hecho una corrección tal vez más fina que el resultado final. En segundo lugar, muchos de los capítulos se cierran sin continuación, abruptamente, y no parecen afirmar la poética de la inconclusión que Bolaño ya habría practicado en novelas como Los detectives salvajes o 2666 o en el genial relato "Últimos atardeceres en la tierra", sino que son textos por formar, por culminar, digamos. Y así hay que leerlo, igual que El secreto del mal, lleno de fragmentos, de relatos inacabados, como un acto de voyeurismo literario en el que no podremos acceder a la experiencia completa del texto sencillamente porque el autor no lo había preparado todo para que así fuera.
Pongamos por ejemplo a una stripper: la ves trabajando y observas un gran despliegue, pura sensualidad, miradas fijas, ropa volando... lo que quieras, lo que esperas. Pero si la observas a través de una mirilla mientras prepara un número, verás que no siempre culmina todos los movimientos, que hay algunos que aun no controla, que tal vez suprima. Es posible que esté pensando en ese momento en incluir algún giro o salto espectacular, pero no lo hace. No es consciente de que está siendo observada, lo que está haciendo es una preparación para un producto final. Así sucede también con este libro, en el que se ven ensayos, movimientos conocidos, algunas ideas nuevas, pero hemos de saber que no es la actuación final. No lleva las bragas nuevas, no espera salir en ese momento al escenario. Pero así ha salido.


2) El libro puede funcionar como una caja de nexos: Es, en cierto sentido, una génesis de "La parte de Amalfitano", segunda parte de 2666. El personaje central es Amalfitano, y salen su hija Rosa, su mujer Edith Lieberman (en algunos poemas o libros Edna Lieberman o Lola Paniagua), pero también personajes de "La parte de los crímenes" como Pancho Monje (alter ego de Lalo Cura), Pedro Negrete, el clan de las María Expósito y muy lateralmente, para el lector avezado, Fate. Hay un germen, también, de "La parte de los crímenes" con un par de asesinatos narrados (ampliados infinitamente en 2666, haciendo patente el horror)

Asimismo se repiten los lugares re-creados por Bolaño: Barcelona, Santa Teresa y Villaviciosa. Encontramos referencias lejanas al poema y posterior relato de "El gusano" y capítulos ya utilizados (o reutilizados) en Los detectives, como el fragmento en el que se habla sobre el poema de Rimbaud "mon triste coeur bave a la poupe", Le coeur voilé, creo. ¿Será el narrador de esta novela, también, Arturo Belano, quien a la pregunta de qué haría después de encontrar a Cesarea Tinajero, respondía que tal vez se quedaría en Sonora o cruzaría a Estados Unidos?

3) Los sinsabores del verdadero policía no es solo esto: El personaje de Amalfitano crece -o tal vez crezca su historia. Aquí se habla de su homosexualidad, del por qué de su estadía en Santa Teresa (aunque haya alguna incoherencia sobre su llegada al darse dos versiones diferentes), se habla de su relación con un poeta homosexual y sidoso, Padilla, quien culmina su novela El dios de los homosexuales. Hay páginas magníficas, desde luego, y una lectura más atenta permitirá tender más cables entre la parte más querida de Bolaño, que es la que gira alrededor de Belano y Sonora, ejes amplísimos que articulan el centro de una narrativa incomparable.

Por último, una pequeña reflexión recuperada de 2666:


El farmacéutico le contestó, sin volverse, que le gustaban los libros del tipo de La metamorfosis, Bartleby, Un corazón simple, Un cuento de Navidad. Y luego le dijo que estaba leyendo Desayuno en Tiffanys, de Capote. Dejando de lado que Un corazón simple y Un cuento de Navidad eran, como el nombre de este último indicaba, cuentos y no libros, resultaba revelador el gusto de este joven farmacéutico ilustrado, que tal vez en otra vida fue Trakl o que tal vez en ésta aún le estaba deparado escribir poemas tan desesperados como su lejano colega austriaco, que prefería claramente, sin discusión, la obra menor a la obra mayor. Escogía La metamorfosis en lugar de El proceso, escogía Bartleby en lugar de Moby Dick, escogía Un corazón simple en lugar de Bouvard y Pécuchet, y Un cuento de Navidad en lugar de Historia de dos ciudades o de El Club Pickwick. Qué triste paradoja, pensó Amalfitano. Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren camino en lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros. O lo que es lo mismo: quieren ver a los grandes maestros en sesiones de esgrima de entrenamiento, pero no quieren saber nada de los combates de verdad, en donde los grandes maestros luchan contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acoquina y encacha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez.

martes, 8 de marzo de 2011

Pelirrojas

El género autobiográfico no me resultó nunca el más atractivo, no fue el que me ha quitado innúmeras horas de sueño, sino más bien fue el que más me ha repelido por parecerme un ajuste de cuentas con los contemporáneos, una auto-hagiografía, un he-sido-tan-güay-todos-me-quieren-tanto que cuando vi que la tercera parte de las memorias de Ellroy había sido publicada me llevé una pequeña alegría a casa. La figura de Ellroy es interesante: además de haber escrito varias novelas de las cuales han surgido películas como L.A. Confidential o La dalia negra, Ellroy es famoso por su personalidad apabullante. Es incapaz de pasar desapercibido, sus entrevistas son siempre generadoras de polémica, de controversia, de ira. Es un misógino y derechista, católico sui generis. Tremendamente fiero y arrogante, se sitúa a sí mismo por encima de cualquiera de sus contemporáneos ignorándolos totalmente (afirma que en la estantería de su casa solo están los libros que él escribió). Suele compararse a Beethoven, de quien extrae la cita de inicial de A la caza de la mujer:


Agarraré al destino por el cuello.
Pero si leemos bien nos daremos cuenta de que él vive sujeto del cuello por la mano de su pasado: la muerte trágica de su madre a quien trata de encontrar en todas las mujeres que pasan por su vida y que son atraídas por ese torbellino de personalidad megalómana, excesiva e intensa que tiende a refugiarse en la oscuridad mientras no está persiguiendo a otras mujeres a la busca de Ella o montando shows en las presentaciones de sus libros. 
Ella: Jean Hilliker, su madre. Alta, pelirroja, dominante. Ya había abandonado al padre de James y le preguntó al pequeño con quién quería vivir. James no dudó: con el padre. El golpe de Jean provocó que el niño se golpeara la cabeza y sangrara. Provocó que él le deseara la muerte. Provocó que él se sintiera culpable de la muerte nunca resuelta de su madre. Provocó que intentara redimirse, desde ese momento, en cada mujer que eligiese -sistemáticamente altas y pelirrojas, sistemáticamente devoradas por su intensidad-.

James Ellroy se revela asimismo como un sujeto que, a pesar de aparentar ser un mujeriego, es más que eso: es un ser atormentado por una inestabilidad emocional y una sexualidad también excesiva que lo llevó a colarse en las casas de las mujeres para oler su ropa interior o a masturbarse casi hasta la agonía. A irse de putas, a amar poderosa y patológicamente. A resultar irritante y patético, genial y odioso. Siempre intenso. Y tal vez intensidad sea el sustantivo que domine el tono narrativo, siempre fuerte y a veces casi místico, de A la caza de la mujer.
Aquellas mujeres no habrían podido leerme el corazón. Mi corazón las habría horrorizado.
Esta intesidad es, pues, realmente, de agradecer. Desde luego que el personaje es un completo imbécil, pero por lo menos parece ser un imbécil sincero, complejo y mucho más interesante de lo que cabía esperar. Y esta autobiografía debería ser enseñada en las universidades: así es como se construye uno.

Aquí, por cierto, una entrevista con Ellroy para The Barcelona Review.

jueves, 3 de marzo de 2011

Seamus Heaney

Hacía tiempo que no hablaba nada de inglés así que, aprovechando que los vasos ocupados estaban llenos y los desocupados que poner a lavar eran pocos, me puse a hablar con los dos viejos que bebían vino en el extremo de la barra. Los había atendido bien, todo había sido de su agrado, y sabía que tendría la posibilidad de, por lo menos, una conversación tranquila y cordial para probarme si todavía era capaz de arreglármelas en un idioma que cada vez leo más y hablo menos . A esa gente, jubilados con buenas pensiones y alguna propiedad que les genera rentas, en esa época de su vida y en vacaciones todo suele parecerle bien, estupendo, y rezuman una tranquilidad que aquellos que viven -o vivimos- constreñidos por los relojes (digitales, analógicos, de pared, públicos, metafísicos...) no tenemos pero que en lo más profundo de nuestros seres necesitamos. Comencé preguntándoles de dónde eran. Irlandeses. Ireland. Lo repitieron twice, por si acaso los confundía con ingleses, un error que nadie debería cometer ni con los irlandeses ni con los escoceses. (Fuck Wales.) No nos dijimos nuestros nombres, tampoco era necesario siquiera para la cordialidad, simplemente comenzamos a hablar de naderías, hasta que por hacerles un guiño patriótico les comenté que estaba leyendo a Yeats. Are you? Not really, lo había abandonado, pero eso lo obvié como parte de la compleja estrategia social. Ella era profesora de literatura allí, Ella enseñaba Yeats. Hablamos de Banville, de Richard Ellmann, de Joyce. Fue graciosa la cara que pusieron cuando juré que algún día leería entero el Ulysses, como si me preguntaran por qué me gusta el masoquismo, qué motivos tenía para hacer algo así, a lo que obviamente no podía responder más que con una visaje que pretendía reproducir frases hechas y tan vacías de sentido como "así es la vida" o el famoso "qué le vamos a hacer". Espero que en mi gesto haya quedado claro esto, pero no podría asegurarlo.

He de admitir que hubo mucho de especulación literaria: he leído parcialmente a Yeats y a Joyce. Beckett, Wilde, Banville, Tóibím, son todavía autores pendientes. Todo esto es vergonzoso.
 Me hablaron algo acerca de Seamus Heaney (aprox. Shéimas Hénei) y de Patrick Kavanagh. Dijeron ambos que ambos me gustarían. Creo que tenían razón.

Investigando un poco, descubro que este autor (Heaney, sobre Kavanagh todavía no he investigado), ganador de premios reconocedores o por lo menos acaparadores de focos, ganó los premios T.S. Eliot y el Nobel en 1995. Y de su poesía a penas hay un par de traducciones. ¿Qué escribe Seamus Heaney? ¿Y por qué conocemos tantos nombres de autores inútiles y a penas suena Seamus Heaney? ¡Si no hay en España otro poeta con su cabellera!


Seamus Heaney después de utilizar la secadora de pelo.





Conduciendo de noche

Los olores cotidianos eran nuevos
en el viaje nocturno a través de Francia:
lluvia y heno y bosques en el aire
creaban cálidas corrientes de aire en el coche abierto.

Los postes blanqueaban sin cesar.
Montreuil, Abbeville, Beauvais
se prometían, prometían, llegaban y se iban,
garantizando cada lugar el cumplimiento de su nombre.

Una tardía trilladora gruñía por el sendero
sangrando semillas a través de su luz.
Un incendio forestal se extinguía.
Uno a uno cerraban los pequeños cafés.

Pensé en ti de forma continua
unas mil millas al sur donde Italia
apoya su lomo en Francia en la esfera oscurecida.
Tu cotidianeidad se renovó allí.

De "Puerta a la oscuridad" 1969
Versión de Vicente Forés y Jenaro Talens


Night Drive

The smell of ordinariness
Were new on the night drive through France:
Rain and hay and woods on the air
Made warm draughts in the open car.

Signposts whitened relentlessly.
Montreuil, Abbeville, Beauvais
Were promised, promised, came and went,
Each place granting its name’s fulfilment.

A combine groaning its way late
Bled seeds across its work-light.
A forest fire smoldered out.
One by one small cafés shut.

I thought of you continuously
A thousand miles south where Italy
Laid its loin to France on the darkened sphere.
Your ordinariness was renewed there.