domingo, 19 de junio de 2011

Marginados de vocación.

Saldemos pronto la deuda: sin Vila-Matas no conocería a Robert Walser ni, probablemente, habría leído Jakob von Gunten.

Dicho esto, algunas ideas sobre la novela:

1. Es una novela sobre la marginalidad. Es más, en cierto sentido es una oda a la marginalidad. Lo que se propone Jakob es no ser nadie.
2. Vila-Matas es, en este aspecto, un seguidor de esta línea marginal.
3. Walser podría ser perfectamente el puente entre Bartleby el escribiente y Kafka, aunque sus personajes no sean tan "extremos" como Bartleby o K.



Jakob von Gunten se escapa de la casa familiar y se interna en el instituto para jóvenes Benjamenta. Allí, la formación que se da sirve escasamente. Solo les enseñan a servir y a ser educados. Son formados para ser nadie, para convertirse en meros figurantes de los salones de la gente que los pueda contratar. Pero Jakob, en cierto sentido, es una excepción. Es un personaje singular dentro del instituto Benjamenta, pero aún así mantiene su vocación marginal, aunque siempre es una presencia incómoda. Recuerda a los ayudantes de K. en el castillo, aquellos que siempre cumplían con las órdenes pero que eran extremadamente incómodos, tipos extraños con unas intenciones nunca claras, como unos perfectos sirvientes con una sonrisa incómoda que genera desconfianza. Pero eso es lo interesante de la novela, es incómoda. Es difícil de catalogar y sus personajes son siempre incómodos. No son arquetipos ni epígonos de nada, son personajes de una voluntad extraña, de destinos aun más extraños y de un fin poco claro.

Por un lado, Jakob no es Bartleby, alguien quien "prefiere no hacerlo", sino alguien que, siendo hijo de una familia notable, prefiere ser nadie, un perfecto subalterno, un personaje gris que nunca llame la atención y cuyo principal logro sea que le den las gracias. Por eso es por lo que se interna en el instituto Benjamenta, perfecto para esto, donde no se enseña a los muchachos a convertirse en gente de éxito sino que se les forma como súbditos. Pero, en contraposición a Kraus, el estudiante perfecto, carente de genio en el sentido romántico de la palabra, el perfecto servidor, Jakob es capaz de arrojar chispas de insolencia que generan distintas reacciones, muchas de ellas inesperadas. Es un personaje que, aparentemente, quiere vivir a la sombra como subordinado pero como un subordinado insolente, con inteligencia y encanto, pero también huidizo.

Así, también podemos leer Jakob von Gunten como un negativo de Rojo y negro.
Empecemos por el exterior: Rojo y negro es una novela extensa por donde circula una gran cantidad de personajes, mientras que en JvG a penas tenemos unos cinco personajes. El estilo de RyN es grandilocuente, dentro del campo de la novela realista pero aun con muchos ecos del romanticismo, mientras que el tono predominante en JvG es el del humor y la ironía. En RyN tenemos un protagonista de clase baja que fantasea con medrar -y que lo logra-, que tiene un gran modelo como Napoleón; un arribista en toda regla, capaz de hacer lo que sea para subir los escalones de la sociedad, pero Jakob von Gunten no es ningún Julien Sorel. Más bien es un anti-Sorel, ya que Jakob pertenece a una familia importante pero, sin embargo, opta por ser nadie:

Nunca olvido que soy un vástago ilustre que empieza desde abajo, desde muy abajo, pero no posee las cualidades necesarias para encumbrarse. O tal vez sí. Todo es posible, aunque descreo de esas horas vanas en las que me ilusiono con una felicidad unida al esplendor del prestigio. Carezco de todas las virtudes del arribista social. Cierto es que a veces soy un descarado, mas solo por capricho. El arribista, en cambio, es  de una desvergüenza permanente que se finge modesta, o bien adopta gestos de una descarada -insistentemente descarada- vocación de insignificancia. También pueden ser nerviosos, descontentos, amargados y estar <>, pero el hastío jamás penetra muy a fondo en el verdadero arribista. Los arribistas son señores, y yo, vástago de un ilustre linaje -o lo que sea-, serviré a uno de esos señores, a uno quizá algo presumido, y lo serviré honesta y fielmente, como un criado de confianza, firme, sin ningún tipo de ideas y con absoluto desinterés por mi provecho personal, pues solo así, de forma irreprochable, podré servir a alguien. [...] Con sentimientos como los que yo tengo frente al mundo nadie obtendrá jamás algo grande, a menos que se burle del brillo de la grandeza y llame grande a lo que es totalmente gris, silencioso, duro y bajo. Sí, serviré, aceptaré siempre más y más obligaciones cuyo cumplimiento nada tenga de brillante, sí, cada vez  más, y como un reverendo idiota, me pondré rojo de feilicidad cuando, a la ligera, alguien me diga <>.

Esta es la tradición literaria en la que se inserta Vila-Matas, cuyas novelas están plagadas de personajes insignificantes sin deseo alguno de trascender, como el jorobadito de Bartleby, seres periféricos que solo buscan vivir allí, fuera de los grandes medios, de las grandes novelas, de la grandilocuencia haciendo una defensa de los márgenes, de los locos, de los solitarios.

1 comentario:

Zeuxis Vargas dijo...

tu blog está muy bueno, me he divertido mucho leyendo cantidad de similitudes y extrañezas, te felicito y te mando un gran abrazo amigo lector y escritor