martes, 19 de enero de 2010

El azote del burgués

Lectura de Exégesis de los lugares comunes de Léon Bloy (1846 - 1917).
Era un cascarrabias pero tengo que reconocer que también era agudo y bastante divertido. Lo reprochable es que se le nota demasiado que estaba jodido, muy jodido. Eso y que era muy católico. Ah, no, esto es lo gracioso.

El viejo me cae bien, aunque seré una excepción; León Bloy no cayó bien a nadie. Por lo menos entre sus contemporáneos. A él tampoco le caía bien casi nadie, pero le tenía una manía particular a Zola al que menciona unas tres o cuatro veces a lo largo de la obra. En cualquier caso sus dardos son más interesantes que los que se cruzan Marías y Trapiello (uno de ellos es buen columnista), los que corren entre Reig y Marías (uno de ellos es buen columnista) o los que mantuvieron Umbral y Pérez-Reverte (uno de ellos sabía escribir).

Exégesis de los lugares comunes es una excusa de Bloy para el más diáfano insulto. No se esconde detrás de seudónimos ni insinúa nada, ataca. Sirviéndose del análisis de una serie de frases hechas, dichos o refranes -que vienen a ser lo mismo- descarga toda su verborrea irónica contra la burguesía, el positivismo, la Ilustración, el clero secular, los judíos, el gobierno, el dinero, el vulgo, Schopenhauer, Paul Bourget, Françoise Coppée, Voltaire... uf, no termino.

La exégesis no siempre es tal, hay que añadir: a veces, para ilustrarlas se utiliza la parábola, un relato o fragmentos autobiográficos, aunque el tono pueda llegar a ser excesivamente cargante en su ataque feroz al burgués al que ridiculiza de mil formas diferentes. Su visión de la sociedad es totalmente pesimista, solo ve la condena eterna, la podredumbre de los hombres, la estupidez y la hipocresía ostentándose a diario, la miseria interior y la inferioridad y marginación de los seres más justos. A veces también bordea el ensayo y puede parecer, en ciertos aspectos, una versión diabólicamente cristiana del padre Feijoo.


Veamos un ejemplo:

CXLI.
TENER AMOR PROPIO

La mujer del jefe de oficina tiene amor propio y la portera tiene su amor propio. En los dos casos se trata de lo mismo.
<>, dijo un día santa Catalina de Génova, en una de las frases más hermosas que se hayan oído jamás.
El amor propio consiste en estar siempre en su casa. Se ha observado que las personas de bien salen de su casa con menos frecuencia que los asesinos. Esta es la única diferencia notable entre estas dos clases de personas.

Otro ejemplo

CXXXI.
CON EL FUEGO NO SE JUEGA

[...] A veces sueño con un Sansón moderno que pegara fuego al trasero de trescientos burgueses y los soltara en medio de los otros.
Sin embargo no sé si este jueguecito sería tan divertido como parece. ¿Quién sabe si el burgués, encendido de esa guisa, no se convertiría en un profeta? [..]

Bloy, un ser extraordinario, era un ultracatólico antimoderno de los que quedan pocos (y todos epígonos imbéciles).



2 comentarios:

Mayka dijo...

Me gusta mucho el tono que tomas en las reseñas de los libros, coloquial pero aún así no te dejas nada en el tintero (actualizándome... ¿en el teclado?).

Ah, y si por alguna casualidad llegas a decir alguna vez que Reig es mal columnista :D te azoto :D

outing

Sr. H.M. dijo...

Le tengo cariño a las columnas de Rafa aunque espero hacerme con alguno de sus libros. Por cierto, el próximo castigado será Muñoz Molina. Estoy leyendo una novela bastante mala de él que terminaré en breve.
Un saludo, camarada neerlandesa.