sábado, 13 de junio de 2009

Moteles I


Cuando frenó una nube de polvo anaranjado se levantó a su alrededor. El motor sonaba como una bestia enjaulada, furiosa y sin posibilidades. No apagó el coche y fue directamente hacia la habitación del motel. La puerta abierta.
¡Mierda!, gritó y un golpe en la pared. Escudriñó la habitación, alguien ya la había visitado y se temió lo peor. Lo sabía pero tenía que comprobarlo. Fue al baño. Frente a él el botiquín. La imagen que nos da el espejo es la de la desesperación y el límite, el precipicio mental y el físico. Abrió la portezuela y miró dentro, detrás del alcohol y el yodo no había nada. Ya no estaba. Ahora su única posibilidad era salir corriendo.

3 comentarios:

Cucaracha homicida dijo...

Seguramente se llevó el perfume y ahora está con su profesor de Yoga.

Anónimo dijo...

Siempre se llevan algo, siempre. Se puede decir "zorras" en este blog?

Anónimo dijo...

Ahora lo leeré con más detenimiento, no creas que me he olvidado de tí.

NESKA.