Lear: ¿Qué dirás para obtener mayor proporción que tus hermanas?
Cordelia: Nada, mi señor.
Lear: ¿Nada?
Cordelia: Nada
Lear: Nada engendrará la nada. Habla.
Cordelia: Pobre de mí que no puedo llevar mi corazón a los labios. Os amo como debo, ni más ni menos.
***
Kent (a Lear): Matarás al que te sana, y darás su sueldo
a la enfermedad que combate. Revoca tus dones.
Mientras quede aliento en mi garganta,
te diré que haces mal.
***
Cordelia: El tiempo desata de astucia los nudos.
Los vicios más tapados acaban desnudos.
***
Edmund: Ah, estupidez de tantos que achacan sus desgracias al sol, la luna y las estrellas, cuando la desventura resulta casi siempre de los propios actos. ¡Como si fuese el destino quien nos hace infames, locos los astros, pillos, ladrones y tramposos el ascendente de las esferas, borrachos, mentirosos o adúlteros la obediencia debida a las estrellas! De todos nuestros vicios son responsables los dioses. ¡Es admirable cómo el putero culpa a un astro de su lujuria! Mi padre montó a mi madre bajo el cuarto menguante, la Osa Mayor presidió mi nacimiento, y de ello debe seguirse que soy cruel y lascivo. ¡Bah! Sería quien soy aunque la más pacata estrella hubiera guiñado los ojos ante mi bastardía.
***
Edgar: Mejor ser como soy y saberse despreciado
a, despreciado igualmente, escuchar sólo halagos.
El más bajo y maltratado objeto de Fortuna
alberga esperanza, ignora el miedo.
El cambio temible es desde lo mejor,
lo pero retorna al júbilo. Sé pues
bienvenido, aire insustancial en que me baño.
Este paria al que soplando arrojaste a lo peor
nada debe a tus ráfagas.
***
Una de las lecturas más interesantes propuestas como tema central por Javier Montes (el editor) es el del problema del lenguaje como insuficiencia. No solo eso, el lenguaje es peligroso, es la herramienta de la mentira. Así como Cordelia en el primer fragmento, cuando Lear pide a sus hijas que le demuestren mediante palabras quién le quiere más, no se arroja, al contrario de sus hermanas, en halagos vacíos, en un amor retórico, y pierde su dote, también Edmund, el bastardo, engaña a su padre para eliminar a su hermano, mediante palabras, desencadenando así el origen de la tragedia: la confianza ciega en el lenguaje es lo que provoca la peripecia. Lo que contrasta con este uso del lenguaje son los hechos que revelan todo el mal que se oculta tras los personajes, tanto en las múltiples muertes como en la escena (que ojalá viese representada) en la que Cornwall le saca los ojos a Gloucester.
Por lo demás, sin querer profundizar, al final el bastardo Edmund, es un bastardo bien bastardo, y la hija menor (de las tres que elige el padre para que le demuestre su amor) vuelve a ser la mejor de las tres. ¿Por qué se repetirá este tema a lo largo de la literatura medieval y llega hasta el teatro isabelino?
El bufón es un personaje singularísimo dentro del abanico de personajes ya que es el único capaz de hablar claramente, de exponer sus ideas (incluso lo que podríamos considerar "la verdad") sin recibir mayor castigo, creo recordar. En cualquier caso es al único a quien el insensato rey permite hablar sin reproches, no como a Kent o a Cordelia, que sufren por decir lo que piensan y no por mentir.
No happy ending.
El Rey Lear, William Shakespeare. Madrid: Gredos, 2006.
1 comentario:
más madera!
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