miércoles, 17 de febrero de 2010

Mis dos mundos

Sergio Chejfec pertenece a una nueva hornada de escritores argentinos que, entre Caballo de Troya, Anagrama y Candaya, están empezando a ser conocidos (o como mínimo editados) en España. Mis dos Mundos es la primera obra que se publica de él por aquí, pero ya tiene un buen bagaje tanto de novelas como de libros de poesía.
Mis dos mundos (que conocí debido a algunas reseñas de Vila-Matas y de algún otro que escapa a mi memoria, siempre frágil) no tiene una historia propiamente dicha: existe una ubicación espacial y temporal, pero está más cerca del monólogo interior, un tanto desorganizado, divergente y psicológico.
Lo que se narra es la visión y los pensamientos de un escritor en un parque de una ciudad de Brasil a la que ha asistido por un congreso literario. Los paseos y la lectura de estos, la relación del protagonista con el espacio que le rodea y cómo esta relación modifica el paisaje (o el mundo en general) es el tema de la obra. Es un ejercicio constante de descripción y de reflexión marcado por la angustia, la vergüenza, el miedo y la curiosidad.
Chejfec escruta la realidad -sea lo que sea eso-, la identidad, el tiempo, la memoria y, hablando en general, los procesos de percepción de la mente. Resulta curioso como un discurso tan introspectivo resulta más realista, más identificable en las descripciones que en una novela realista al uso ya que la descripción no se realiza desde el exterior -o un pretendido exterior, una supuesta mirada aséptica- sino que parecen extraídas desde el mismo centro de la mente, de las sensaciones una vez asimiladas.
Los dos mundos parecen no ser tales, sino uno mismo, o como él dice: un ejemplo total de convivencia, de tendencia adaptativa y de falta absoluta de contrastes.

Más y mejor.



lunes, 1 de febrero de 2010

Muñoz Molina, mon cherie.

Jamás creas que escribe tan bien si lo ves tanto en la prensa y está vivo. Los que escriben bien y salen mucho están, obviamente, muertos, como Kafka, Salinger o Dostoyevski. Es más, gente como Rey Rosa, Parra o Pitol jamás escribirá bien hasta que la palme, seguramente. El negocio es cosa de vivos, las letras son cosas de fiambres.

Homero


El señor Muñoz Molina, una vez, escribió una novela por entregas para El País. Cuando ya estaban todos los capítulos publicados, los dobló y los grapó junto con una tapa que edita Seix Barral. Por fuera pone Los misterios de Madrid. El libro (llamémosle "el libro" para que los de la fiera no me arañen) es de esos que se lee rápido, de usar y tirar. Es un libro de baño perfecto. Además, es tan blanco como todo lo que edita Seix que parece papel h. Una monada.


La historia tiene como fondo un Madrid noventero, distorsionado y lleno de tópicos así como tópico es el personaje de Lorencito Quesada, un reportero de pueblo católico, conservador, inocente y bastante mediocre que es solicitado por gente de las "las altas esferas" para encontrar una imagen robada del Cristo de la Greña del pueblo de Mágina. Para ello tiene que viajar a la capital que, obviamente, le abruma. Hay, claro, malos, japos, una mujer, una madre, un noble, yonkis, sex shops y demás. Es lo típico: ay que si yo no sé viajar solito, ay que si estoy en madril, hay que si me quieren matar, ay que piernas la rubia, ay que me hace señales, ay que si no es lo que parece...
Lo único que hace caminar al libro es la construcción de la trama, la famosa intriga, que sin ser nada nuevo evitó que devolviera el libro a su antigua estancia. Por lo demás, los personajes son bastante planos, zonzos y predecibles. Ni un ápice de originalidad.

Formalmente, la voz del narrador no viene a ser la del autor sino que es la de un paisano de Lorencito que cuenta la aventura de este en capitulitos de tres páginas para la gente que lee elpaís, así se explica el tono deliberadamente (espero por mi alma...) artificioso, rancio, provinciano, bobalicón y yaestábiendecalificativos que puebla el texto de forma más acuciada al principio y relajándose (esto es descuidando) más adelante. Sobre la parte en la que aparece un argentino, que la hay, como tal me gustaría dejar constancia de que MM no los imita mejor que cualquier imbécil que se dedique a repetir"che boludo viste". Es más, este último cometería menos errores. Dos intervenciones y las dos contienen fallos. Sus argentinos no existen.
Sobre su forma de escribir se necesita otro post completo, un libro, quizás, pero ya hay demasiados. Hay frases mal construidas, fallos de concordancia, signos de puntuación vilipendiados (¡sí, vilipendiados!) y mucho amor.

Tristemente, una de los peores libros que leí. Claro que me lo esperaba.