Hacía tiempo que no hablaba nada de inglés así que, aprovechando que los vasos ocupados estaban llenos y los desocupados que poner a lavar eran pocos, me puse a hablar con los dos viejos que bebían vino en el extremo de la barra. Los había atendido bien, todo había sido
de su agrado, y sabía que tendría la posibilidad de, por lo menos, una conversación tranquila y cordial para probarme si todavía era capaz de arreglármelas en un idioma que cada vez leo más y hablo menos . A esa gente, jubilados con buenas pensiones y alguna propiedad que les genera rentas, en esa época de su vida y en vacaciones todo suele parecerle bien, estupendo, y rezuman una tranquilidad que aquellos que viven -o vivimos- constreñidos por los relojes (digitales, analógicos, de pared, públicos, metafísicos...) no tenemos pero que en lo más profundo de nuestros seres necesitamos. Comencé preguntándoles de dónde eran. Irlandeses.
Ireland. Lo repitieron
twice, por si acaso los confundía con ingleses, un error que nadie debería cometer ni con los irlandeses ni con los escoceses.
(Fuck Wales.) No nos dijimos nuestros nombres, tampoco era necesario siquiera para la cordialidad, simplemente comenzamos a hablar de naderías, hasta que por hacerles un guiño patriótico les comenté que estaba leyendo a Yeats.
Are you? Not really, lo había abandonado, pero eso lo obvié como parte de la compleja estrategia social. Ella era profesora de literatura allí,
Ella enseñaba Yeats. Hablamos de Banville, de Richard Ellmann, de Joyce. Fue graciosa la cara que pusieron cuando juré que algún día leería entero el
Ulysses, como si me preguntaran por qué me gusta el masoquismo, qué motivos tenía para hacer algo así, a lo que obviamente no podía responder más que con una visaje que pretendía reproducir frases hechas y tan vacías de sentido como "así es la vida" o el famoso "qué le vamos a hacer". Espero que en mi gesto haya quedado claro esto, pero no podría asegurarlo.
He de admitir que hubo mucho de especulación literaria: he leído parcialmente a Yeats y a Joyce. Beckett, Wilde, Banville, Tóibím, son todavía autores pendientes. Todo esto es vergonzoso.
Me hablaron algo acerca de Seamus Heaney (aprox. Shéimas Hénei) y de Patrick Kavanagh. Dijeron ambos que ambos me gustarían. Creo que tenían razón.
Investigando un poco, descubro que este autor (Heaney, sobre Kavanagh todavía no he investigado), ganador de premios reconocedores o por lo menos acaparadores de focos, ganó los premios T.S. Eliot y el Nobel en 1995. Y de su poesía a penas hay un par de traducciones. ¿Qué escribe
Seamus Heaney? ¿Y por qué conocemos tantos nombres de autores inútiles y a penas suena Seamus Heaney? ¡Si no hay en España otro poeta con su cabellera!
Seamus Heaney después de utilizar la secadora de pelo.
Conduciendo de noche
Los olores cotidianos eran nuevos
en el viaje nocturno a través de Francia:
lluvia y heno y bosques en el aire
creaban cálidas corrientes de aire en el coche abierto.
Los postes blanqueaban sin cesar.
Montreuil, Abbeville, Beauvais
se prometían, prometían, llegaban y se iban,
garantizando cada lugar el cumplimiento de su nombre.
Una tardía trilladora gruñía por el sendero
sangrando semillas a través de su luz.
Un incendio forestal se extinguía.
Uno a uno cerraban los pequeños cafés.
Pensé en ti de forma continua
unas mil millas al sur donde Italia
apoya su lomo en Francia en la esfera oscurecida.
Tu cotidianeidad se renovó allí.
De "Puerta a la oscuridad" 1969
Versión de Vicente Forés y Jenaro Talens
Night Drive
The smell of ordinariness
Were new on the night drive through France:
Rain and hay and woods on the air
Made warm draughts in the open car.
Signposts whitened relentlessly.
Montreuil, Abbeville, Beauvais
Were promised, promised, came and went,
Each place granting its name’s fulfilment.
A combine groaning its way late
Bled seeds across its work-light.
A forest fire smoldered out.
One by one small cafés shut.
I thought of you continuously
A thousand miles south where Italy
Laid its loin to France on the darkened sphere.
Your ordinariness was renewed there.