viernes, 18 de septiembre de 2009

Ricardo Piglia, Plata quemada I (el libro)


Es -voy a empezar así, haciendo amigos- uno de los cinco mejores escritores vivos en castellano, pero además de eso, es el lector más lúcido. Piglia, siguiendo la tradición borgiana, se mueve en un terreno donde la ficción y el ensayo se mezclan, donde no está claro cuál es la novela y cuál el relato (siempre teniendo en cuenta que Borges la despreciaba). De ahí surgieron obras que, hoy porque estoy contento, voy a llamar geniales: El último lector o Prisión perpetua. Su obra, su estilo bebe del omnipresente Borges, de su amadísimo Arlt, de Onetti, Brecht, Benjamin, Hammet, Chandler, Gombrowicz, Macedonio Fernández, Faulkner, Kafka...

Dejando estas obras de lado, Plata quemada.
La obra está ligeramente marcada por un hecho extra literario y ridículo, en cierto sentido, relacionado con la adjudicación del Premio Planeta, si tenemos en cuenta lo que son en realidad estos certámenes.
Fuera de esto, la novela: esta vez no vemos la faceta de crítico y profesor, muy presente siempre en Piglia, si no que se vierte más en una faceta periodística y en la llamada novela de no-ficción inaugurada por Capote con A sangre fría; podemos decir que está basada en hechos reales: un par de delincuentes, el gaucho Dorda y el Nene Brignone junto a una serie de personajes extraídos del fondo de Buenos Aires decide asaltar un banco. Se hacen con el dinero y escapan a Uruguay, donde les encuentran e inician la resistencia. La serie de hechos dista de ser atípica, no así los personajes: Dorda es un psicótico homosexual, un drogadicto y un asesino frío que se considera el hermano de Brignone, su pareja en amplios sentidos. El Nene es el cerebro, es la voz y su papel sea, tal vez, un poco más típico. Los une la desesperación, una desesperación sosegada pero siempre presente, la droga, el odio a la policía, su condición sexual y, sobre todo, la violencia. Una vez dentro del libro, ambos están muy lejos de ser arquetipos de novela negra, que resulta interesante también por la forma en la que está contada, y así se intercalan diversos testimonios de los testigos, los implicados y donde también se dejan ciertas lagunas que casi considero necesarias.
Otro aspecto muy conseguido es el del registro utilizado por los delincuentes, los policías, las putas y los periodistas que permiten ahondarse en el argot de los malevos porteños. Ciertamente encantador, aunque tal vez algo raro para quien no esté familiarizado con palabras como milico, metra, bulín, yuta, quiliombo, guita, merca...
Finalmente parece necesario agradecer la ausencia de maniqueísmo en los personajes y en cómo uno se puede encariñar con un gordo homosexual asesino y afásico: eso, Piglia, está muy bien.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Nos veremos en París, seguramente



La primera noticia que tuve de Alfons Cervera fue durante la última feria del libro, cuando se publicó Esas vidas. Naturalmente un estreno en una feria del libro sobre todo siendo de un desconocido (para mí) habría pasado inadvertido pero el primer cebo que tuve para acercarme a él fue, cómo no, una mujer que paseaba felizmente su adquisición, la única y feliz compra que había hecho en esa feria. Así se activó la curiosidad -como tantas veces...- y al poco tiempo tuve la ocasión de acudir a una conferencia suya donde terminó de captarme como lector.
Los datos que reuní de él son los siguientes y los cito casi de memoria:

Nació en Gestalgar, Valencia. Ha publicado más de una decena de libros. No todos son novelas si no que empezó como poeta (nunca dejaría de serlo) y poco a poco, tal vez convencido de que sus poemas eran "conmovedoramente malos", se pasó al terreno de la prosa y de la novela. Hasta el momento, Maquis es su mayor éxito a nivel comercial (5 ediciones).
No es esto lo que me interesó de él, sino una serie de frases que aquí reproduzco:

"Hay que leer con uñas y dientes"
"Para mí escribir es reescribir"
"Escribir es un trabajo feliz"
"Antes de escribir una novela escribo el título"

Hace poco, ya que no encontraba su última publicación, me hice con otro que parecía escapar de la temática de la Guerra Civil.

Nos veremos en París, seguramente está cerca de la novela aunque es, desde luego, difícil defenderla como tal. El espacio donde trasncurre la historia, un recuerdo que se diluye constantemente, es París, pero esto no es importante. Los personajes, sin nombres propios, que parecen mezclarse entre sí como en el recuerdo de un sueño, tampoco parcen serlo. Hay un asesinato pero el crímen es lo de menos aquí. Está lejos de ser un relato policial. La estructura confusa de la novela, en cierto sentido emparentada con Amberes de Bolaño hacen que como esta, lo único que podamos sugerir como protagonista sea el propio acto de la escritura, los ejercicios morfológicos y sintácticos, poéticos y oníricos, tal vez hasta autobiográficos que desenfocan la historia y que la fragmentan pero que aun así parecen querer comprometer al lector, siempre y cuando lo que le importe al lector sea la literatura.